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04 junio, 2008

El señor K


Estos días terminé la lectura de El Castillo (gracias nena), completando así mi biblioteca de Franz Kafka junto a El Proceso y, por supuesto, La metamorfosis.
La última de las citadas obras es, sin lugar a dudas, su obra más popular. De hecho habrá más de uno que lo tuvo que leer en Literatura durante la secundaria. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con otros libros de algunas características similares, es una obra maestra. Consiguió lo indemostrablemente imposible: en unas páginas que se leen adictivamente en unas horas resumir la existencia del hombre, la vida, la muerte. Para quienes no lo conozcan se trata de un libro lo suficientemente finito para ser soportable para un adolescente de 14 desinteresado por todo lo que pasa a su alrededor y para explicarle que esa sensación durará el resto de su vida.
Por otro lado el paralelismo de las dos primeras de las mismas citadas es notable: el señor K. es atormentado a lo largo de todo el libro más por su propia paranoia, ciertamente justificada, que por el estímulo externo, que en el primer caso es la necesidad de más atención en un proceso político y en el segundo menos atención en un proceso judicial. En La metamorfosis de un proceso orgánico, un problemita: se levanta un día convertido en cucaracha. Esto también la convierte en la más abstracta: raramente alguien escucha el despertador un hermoso día de estación para descubrir que se convirtió en cucaracha; en cambio sí es más común verse envuelto en un burocraticismo infinito para terminar muerto, en cana, sin un mango o violado. También son libros ciertamente más largos.
K. es símbolo de si mísmo y símbolo de constante, y la constante es una constante en las 3 obras. Incluso el sufrimiento en función de lo largo del libro mantiene su derivada constante creciendo linealmente párrafo a párrafo.
Franz tiñó de amargado su estilo e hizo de la incompletitud su arte, y esto tiene su máxima expresión en la que considero la diferencia fundamental entre los primeros y el último: no están terminados y este sí: el señor K. falleció antes de terminar los mundanos procesos. Otro que murió mientras vivía.
Es que será, acaso, lo que hacen todos los grandes artistas: dejar que uno complete, sabiendo que la magia está entre lo que ves y lo que no ves.

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